La propuesta renovada de Andrew Yang encaja en el debate sobre la automatización, pero la RBU no puede corregir las desigualdades que genera la concentración de riqueza tecnológica, un desafío que amenaza también la economía española con el auge de la IA y la pérdida de empleos en sectores clave como la industria y los servicios, dejando a los ciudadanos españoles ante una mayor precariedad laboral si no se abordan estas brechas

Renta básica universal (RBU) ha resucitado, como un zombie espacial en una película de ciencia ficción, emergiendo del olvido político con hambre de atención de los legisladores: ¡cerebros! En España, donde la automatización impulsada por la IA ya está transformando el mercado laboral y ampliando la brecha entre regiones prósperas y el resto, esta idea cobra relevancia para mitigar el impacto en los trabajadores

Andrew Yang, cuyo entusiasmo del “Yang Gang” sacudió brevemente la nominación presidencial demócrata en 2020 promoviendo un “Dividendo de la Libertad” para salvar a los trabajadores de la automatización –1.000 dólares al mes para cada adulto estadounidense–, vuelve a ser el principal portador del virus: ofreciendo RBU para salvar a la nación cuando los robots devoren todos nuestros empleos. Para España, esto subraya la urgencia de políticas similares ante el avance de la IA, que podría desplazar millones de puestos de trabajo y agravar la desigualdad social en nuestro país

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